La “globalización”, tan en boga ahora, era
para Salta una realidad allá por los años de la década del 30, antes y después
de ésta, de manera especial en las canchas de fútbol. El club atlético Libertad contaba con simpatizantes por
doquier de cualquier nacionalidad, bolivianos en especial, y a uno de ellos
está referida esta simpática anécdota.
Precisamente esta historia cuenta con la
friolera de 8 décadas ya que aconteció en 1931, siglo y milenio pasado. El
sábado 2 de mayo de 1931 jugaron Libertad
y Talleres por el torneo anual
liguista, ¿cancha?, bueno, había pocas con alguna comodidad. En este caso los
aficionados debían ubicarse a ambos lados de las líneas verticales del “field”,
ya que por esa época usábamos las denominaciones inglesas, pero todos sin ser
académicos, entendían perfectamente el significado de “referee”, “linesman”
(juez de línea), “golkeeper” (arquero), entre otros términos del argot
futbolero. Pero existían hinchas con privilegios, aquellos que buscaban
comodidad en las “plateas”, que no eran otra cosa que los árboles vecinos.
Precisamente allí ubicó el “originario bolita” Casimiro “cocochero” Yarbe, que había trepado a ese altozano con
dos botellas de vino. Y comentan que el del vecino país de la “cocarda”,
portando éste un voluminoso “acuyico” y varios “salud” incluidos en el
almuerzo, tuvo alguna dificultad en trepar por su estado de ebriedad, pero
finalmente llegó a su “asiento”. Ferviente hincha de Libertad, de allí
despotricaba contra el “referee” que “bombeaba” al club de sus amores que no
conseguía gol alguno. Pero para el entusiasta Casimiro llegaría la hora de la
recompensa cuando uno de los “footballer” de los “gauchos” de Libertad, con un
soberbio bombazo, consiguió el anhelado gol. Claro que el Casimiro Yarbe, totalmente
ebrio, pegó un salto de alegría y olvidándose de que su asiento no era una
cómoda butaca, cayó estrepitosamente con su humanidad a tierra, “clavando” las
“veinte uñas” para adorar de esa manera a la diosa Pachamama. Logró poner a
salvo, eso sí, lo poco que le quedaba del segundo “tubo” y no desafió por
segunda vez la elevada posición que ubicaba. “El coya lo’taba hata el anco, yo li vito subiseló con do boteya
i’vino”, decía otro parroquiano, que también había consumido harto del
morado líquido. El Yarbe, quedó con algunas lesiones, pero firme al lado de la
cancha. ¿Cómo llegó a su casa este humano?, no se hagan problemas por eso:
llegaban y bien. Tuvo suerte de no ser arreado a la “cana”. Cuando un
uniformado se dirigió a “entroparlo” con el resto, el “cólega” le dijo: “No lo
ramié a ese que lo’tá averiao. Se loa caído il’árbol y ayá lo va decilo que
nosotro se lo mua sacudío el lomo. Dejalo en libertá al “bolita”.
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