“¡Eh,
va!, que l’eran tonguero lo chango, daba risa velo y nosotro, opa, no se lo
perdíamo una noche”, decía un testigo presencial. Pero los changos se
divertían con llaves, cerraduras,
manijas, tuercas, tornillos, cajas fuertes y registradoras, nudos ciegos, sintiéndose
todos Karadagián. Dicen que él “busca” que los manejaba, algunos manguitos les
tiraba para no pasar como “explotador”, pero que sólo alcanzaba para
“entretener” el garguero y luego “asentar” con un trago de agua de la canilla
del famoso solar, entonces y ahora aun transitado por el célebre “sacristán”
Mamaní. Uno de los más entusiastas seguidores de los changos luchadores, eran
el “Chorizo” Austerlitz y su “cumpa” el “Cabezón” Sánchez Rueda, que resultaron
ser “ahijados” de “fray Mamaní” (el eterno sacristán) para no oblar las
entradas correspondientes.
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